domingo, julio 23, 2006

Linus Pauling: El padre del reloj molecular

Linus Pauling: El padre del reloj molecular

Para reconstituir los acontecimientos pasados, los periodistas pueden basarse en los testigos, los historiadores en los archivos y los biólogos... en el ADN. Las centenas de millones de letras químicas de la secuencia de un genoma conservan (si sabemos descifrarla correctamente) el recuerdo de la evolución que desembocó en la aparición de la especie.

 Linus Pauling (1901-1994) formó parte del club extremadamente selecto de quienes han recibido el Premio Nobel dos veces. En 1954, lo obtuvo en el campo de la química por sus trabajos sobre el enlace covalente y en 1962 recibió el premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en pro del desarme nuclear. Tuvo una carrera tan brillante que es normal que olvidemos con frecuencia que este genio tan versátil fue también el fundador de la filogenia molecular, la disciplina que pretende descifrar la historia de los seres vivos a través del estudio de ciertas moléculas que lo componen.

A partir de mediados de los años cincuenta, Pauling se interesó por la química de las proteínas y fue uno de los primeros en considerar a los aminoácidos como los "ladrillos de la vida". Precisamente, empezó a describir en una proteína (la hemoglobina) el orden de estos ladrillos en varias especies de vertebrados. Comprobó entonces con sorpresa que el número de diferencias entre los aminoácidos de cada pareja de especies es proporcional al tiempo que las separa de su ancestro común. En 1965 Pauling, con su colega Emile Zuckerandl, formuló la noción de "reloj molecular", afirmando que el índice de divergencia entre dos secuencias de aminoácidos es constante en el transcurso de la evolución. Esta hipótesis revolucionó el estudio de la historia de la vida ya que, por primera vez, permitía evaluar el tiempo de divergencia de las líneas para las que no existen restos de fósiles.

Los tiempos del reloj molecular

No obstante, el enfoque innovador de Pauling no obtuvo resultados inmediatos, puesto que los datos sobre la secuencia de las proteínas eran numerosos, extensos y eran difíciles de obtener. Todo cambió en 1977 cuando el británico Frederic Sanger (otro miembro del club de los doblemente galardonados con un Nobel) introdujo una técnica rápida de secuenciación del ADN. Con la ayuda de la robótica y de la automatización, se conseguía una gran cantidad de datos con los que trabajaron los filogenéticos moleculares que retomaron entonces, con nuevas herramientas, la eterna cuestión de la historia de la vida. Su postulado fue el siguiente: las mutaciones se acumulan a una velocidad comparable entre dos líneas distintas, sometidas a una presión de selección equivalente. Al alinear las secuencias de estas regiones en varias especies, se podría identificar y cuantificar las diferencias que harían posible situar en el tiempo su divergencia. Lo que es imposible cuando se analiza la filiación de un individuo (que sólo posee un cuarto de los genes de cada abuelo, un octavo de cada bisabuelo y así sucesivamente) se hace posible a escala de la especie.



 

 

Este postulado les llevó a afinar la noción de reloj molecular distinguiendo tres niveles. Primero, los "segundos" de la evolución, que son centenares de miles de años, que los investigadores estudian a través de las regiones del genoma en las que se acumulan rápidamente las mutaciones. Es el caso de los pseudogenes, secuencias parecidas a los genes pero que no están expresadas, y por lo tanto, poco sometidas a la presión de selección. Con este segundero se pueden datar las divergencias de las subpoblaciones en el seno de una especie. Segundo, los "minutos" que son los millones de años de un pasado aún cercano. Al estudiar los genes codificadores de proteínas cuyo papel es indispensable, como la hemoglobina, podemos entonces datar las divergencias entre las especies. Y tercero, para penetrar la aguja de las "horas", de las decenas de millones de años en las que grupos enteros se separaron, los científicos recurren a algunas proteínas sobre las que pesan limitaciones funcionales muy importantes, como las histonas que se unen al ADN para permitir su plegamiento en cromosomas.

Volver a clasificar a los seres vivos
Carl Woese, pionero de este enfoque, explicó así en 1977, al estudiar las secuencias de los ARN ribosómicos, que los seres vivos no se dividen en células con núcleo (eucariotas) y en células sin núcleo (procariotas), sino en tres grupos separados por abismos genéticos: las arqueobacterias (las más antiguas, que viven hoy en día en entornos extremos: fondos marinos, fuentes cálidas...), las eubacterias y las eucariotas. En la misma época, una revolución conceptual de primer orden en la biología, la sistemática filogenética, revolucionó los principios de clasificación de los seres vivos elaborados por Linné en el siglo XVIII. Se empezó a dudar de la pertinencia de grupos que se pensaban intocables, como los peces o los reptiles.

No obstante, a finales de los años ochenta, la noción de reloj molecular fue muy criticada. El reloj del ADN no tenía la precisión ni la regularidad de los cucos suizos. Durante ciertos periodos, o en ciertas regiones del genoma, eran más frecuentes las mutaciones del genoma, como si un misterioso relojero hubiera adelantado las manecillas de los minutos. El perturbador podía ser un virus que introdujera su genoma en el de su anfitrión, o un acontecimiento de recombinación entre cromosomas en el momento de la división celular. En el transcurso de largos periodos, el reloj se hacía lento e impreciso, como un mecanismo al que se le daba cuerda sin regularidad.

A lo largo de los años noventa, los filogenéticos aprendieron a tener en cuenta estos fenómenos, y paulatinamente fue surgiendo una visión completamente renovada de la historia de la vida. Los antiguos grupos "cajones de sastre" de las algas o de los invertebrados fueron descartados ya que no correspondían a ninguna diferencia desde el punto de vista del ADN. Los propios mamíferos tuvieron un tratamiento parecido: se descubrió así que los cetáceos eran primos de los hipopótamos, como lo había apuntado ya el examen de sus características morfológicas por la sistemática filogenética. Gracias a la conjunción de una revolución conceptual (la clasificación filogenética) y de una revolución tecnológica (la comparación de secuencias permitidas por esta sorprendente conservación de la memoria de la evolución en las secuencias de ADN), lo que se había revisado era la clasificación entera de los seres vivos, en unos treinta años, mientras que apenas había evolucionado desde Linneo…

Lic. Nut. Miguel Leopoldo Alvarado


jueves, marzo 16, 2006

PAULING: El ADN, memoria de la vida

BIOLOGíA El ADN, memoria de la vida

Para reconstituir los acontecimientos pasados, los periodistas pueden basarse en los testigos, los historiadores en los archivos y los biólogos... en el ADN. Las centenas de millones de letras químicas de la secuencia de un genoma conservan (si sabemos descifrarla correctamente) el recuerdo de la evolución que desembocó en la aparición de la especie.


Linus Pauling. El "padre" del reloj molecular, galardonado con dos premios Nobeles, cuya teoría es actualmente cuestionada. Pese a ello, consiguió revolucionar la historia de la vida y darle otro rostro a las concepciones de la evolución.
© Dick Willoughby, Linus Pauling Institute.
Linus Pauling (1901-1994) formó parte del club extremadamente selecto de quienes han recibido el Premio Nobel dos veces. En 1954, lo obtuvo en el campo de la química por sus trabajos sobre el enlace covalente y en 1962 recibió el premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en pro del desarme nuclear. Tuvo una carrera tan brillante que es normal que olvidemos con frecuencia que este genio tan versátil fue también el fundador de la filogenia molecular, la disciplina que pretende descifrar la historia de los seres vivos a través del estudio de ciertas moléculas que lo componen.

A partir de mediados de los años cincuenta, Pauling se interesó por la química de las proteínas y fue uno de los primeros en considerar a los aminoácidos como los "ladrillos de la vida". Precisamente, empezó a describir en una proteína (la hemoglobina) el orden de estos ladrillos en varias especies de vertebrados. Comprobó entonces con sorpresa que el número de diferencias entre los aminoácidos de cada pareja de especies es proporcional al tiempo que las separa de su ancestro común. En 1965 Pauling, con su colega Emile Zuckerandl, formuló la noción de "reloj molecular", afirmando que el índice de divergencia entre dos secuencias de aminoácidos es constante en el transcurso de la evolución. Esta hipótesis revolucionó el estudio de la historia de la vida ya que, por primera vez, permitía evaluar el tiempo de divergencia de las líneas para las que no existen restos de fósiles.

Los tiempos del reloj molecular
No obstante, el enfoque innovador de Pauling no obtuvo resultados inmediatos, puesto que los datos sobre la secuencia de las proteínas eran numerosos, extensos y eran difíciles de obtener. Todo cambió en 1977 cuando el británico Frederic Sanger (otro miembro del club de los doblemente galardonados con un Nobel) introdujo una técnica rápida de secuenciación del ADN. Con la ayuda de la robótica y de la automatización, se conseguía una gran cantidad de datos con los que trabajaron los filogenéticos moleculares que retomaron entonces, con nuevas herramientas, la eterna cuestión de la historia de la vida. Su postulado fue el siguiente: las mutaciones se acumulan a una velocidad comparable entre dos líneas distintas, sometidas a una presión de selección equivalente. Al alinear las secuencias de estas regiones en varias especies, se podría identificar y cuantificar las diferencias que harían posible situar en el tiempo su divergencia. Lo que es imposible cuando se analiza la filiación de un individuo (que sólo posee un cuarto de los genes de cada abuelo, un octavo de cada bisabuelo y así sucesivamente) se hace posible a escala de la especie.


El ADN es la molécula que porta la herencia. En esta vista transversal de un modelo, los diversos átomos están representados en diferentes colores: el carbono en naranja, el oxígeno en azul, el nitrógeno en rojo, el hidrógeno en blanco y el fósforo en violeta. A la derecha, vista con el eje de la hélice horizontal.
© INSERM/J.L.Martin/J.C.Lambry
Este postulado les llevó a afinar la noción de reloj molecular distinguiendo tres niveles. Primero, los "segundos" de la evolución, que son centenares de miles de años, que los investigadores estudian a través de las regiones del genoma en las que se acumulan rápidamente las mutaciones. Es el caso de los pseudogenes, secuencias parecidas a los genes pero que no están expresadas, y por lo tanto, poco sometidas a la presión de selección. Con este segundero se pueden datar las divergencias de las subpoblaciones en el seno de una especie. Segundo, los "minutos" que son los millones de años de un pasado aún cercano. Al estudiar los genes codificadores de proteínas cuyo papel es indispensable, como la hemoglobina, podemos entonces datar las divergencias entre las especies. Y tercero, para penetrar la aguja de las "horas", de las decenas de millones de años en las que grupos enteros se separaron, los científicos recurren a algunas proteínas sobre las que pesan limitaciones funcionales muy importantes, como las histonas que se unen al ADN para permitir su plegamiento en cromosomas.

Volver a clasificar a los seres vivos
Carl Woese, pionero de este enfoque, explicó así en 1977, al estudiar las secuencias de los ARN ribosómicos, que los seres vivos no se dividen en células con núcleo (eucariotas) y en células sin núcleo (procariotas), sino en tres grupos separados por abismos genéticos: las arqueobacterias (las más antiguas, que viven hoy en día en entornos extremos: fondos marinos, fuentes cálidas...), las eubacterias y las eucariotas. En la misma época, una revolución conceptual de primer orden en la biología, la sistemática filogenética, revolucionó los principios de clasificación de los seres vivos elaborados por Linné en el siglo XVIII. Se empezó a dudar de la pertinencia de grupos que se pensaban intocables, como los peces o los reptiles.

No obstante, a finales de los años ochenta, la noción de reloj molecular fue muy criticada. El reloj del ADN no tenía la precisión ni la regularidad de los cucos suizos. Durante ciertos periodos, o en ciertas regiones del genoma, eran más frecuentes las mutaciones del genoma, como si un misterioso relojero hubiera adelantado las manecillas de los minutos. El perturbador podía ser un virus que introdujera su genoma en el de su anfitrión, o un acontecimiento de recombinación entre cromosomas en el momento de la división celular. En el transcurso de largos periodos, el reloj se hacía lento e impreciso, como un mecanismo al que se le daba cuerda sin regularidad.

A lo largo de los años noventa, los filogenéticos aprendieron a tener en cuenta estos fenómenos, y paulatinamente fue surgiendo una visión completamente renovada de la historia de la vida. Los antiguos grupos "cajones de sastre" de las algas o de los invertebrados fueron descartados ya que no correspondían a ninguna diferencia desde el punto de vista del ADN. Los propios mamíferos tuvieron un tratamiento parecido: se descubrió así que los cetáceos eran primos de los hipopótamos, como lo había apuntado ya el examen de sus características morfológicas por la sistemática filogenética. Gracias a la conjunción de una revolución conceptual (la clasificación filogenética) y de una revolución tecnológica (la comparación de secuencias permitidas por esta sorprendente conservación de la memoria de la evolución en las secuencias de ADN), lo que se había revisado era la clasificación entera de los seres vivos, en unos treinta años, mientras que apenas había evolucionado desde Linneo…


Lic. Nut.Miguel Leopoldo  Alvarado Saldaña

Fundación ProSalud A. C.

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sábado, febrero 25, 2006

La Vida es una Pastilla

La vida en una pastill

24 de febrero 2006


El doctor Linus Pauling, el único ganador de dos premios Nobel no compartidos, aseguró en la década de los años 70 que el consumo diario de tres gramos de vitamina C puede prevenir el cáncer. Semejante hipótesis desató un gran interés por parte de la comunidad médica internacional, y consecuentemente se desarrollaron investigaciones con resultados muy alentadores.
 
 "Pauling descubrió los enlaces químicos del ácido ascórbico, o vitamina C, y los relacionó con la hidroxiprolina, que es el aminoácido fundamental del colágeno. Y señaló que la megadosis de vitamina C genera una barrera de protección celular contra los agresores y, por lo tanto, es citotóxica para la célula cancerosa", explicó el doctor Hugo Galindo Salom, médico colombiano especializado en Medicina Preventiva y director de la primera IPS especializada en Medicina Preventiva en Colombia.
 El Dr. Galindo y sus colaboradores, los médicos epidemiólogos Carlos Carrillo Bravo y Helbert Prieto, han realizado pruebas clínicas durante los últimos siete años. "Estoy trayendo conocimientos muy aceptados en países como Australia, Francia, Alemania, Estados Unidos e Italia. A los médicos que me han dicho que la vitamina C no sirve les pregunto si la han aplicado y si conocen los estudios clínicos. El 99 por ciento me dice que no. He comprobado que sólo los médicos que la han estudiado y aplicado que son muy pocos están a favor de la vitamina C", explicó el especialista.
 
Nuevas investigaciones
 
El médico colombiano y su equipo son un eslabón más en la larga cadena de estudios realizados en diversos países. En su investigación, que se prolongó durante dos años bajo la supervisión del Departamento de Epidemiología de la Universidad del Rosario, los expertos concluyeron "que los pacientes sometidos a megadosis de vitamina C tienen 2,44 veces más probabilidad de mejoría que quienes recibieron una dosis estándar o placebo", puntualizó el Dr. Galindo.
 En abril del 2004 médicos del Instituto Nacional de Diabetes, en Maryland, Estados Unidos, concluyeron que la vitamina C en altas concentraciones es tóxica para las células cancerosas y no afecta las células sanas. "Se aclara que la vitamina C oral no logra las concentraciones plasmáticas necesarias para este efecto, y que únicamente la intravenosa en dosis altas puede tener actividad antitumoral", señaló el estudio.
 
 En Italia, en el 2003, la Universidad La Sapienza demostró que la vitamina C en dosis altas protege contra el daño de las arterias cuando hay falla cardiaca crónica. "Fue un estudio metodológicamente muy bien diseñado", afirmó el médico colombiano.
 
El valor de la prevención
El Dr. Galindo busca que en su país se asuma este tema como lo hace la mayoría de los países asiáticos, donde la Medicina Preventiva se ha practicado por centurias y es parte fundamental de las cátedras de medicina de las universidades orientales.
 "Si en nuestros países latinoamericanos el sector salud invirtiera sumas significativas de dinero para el desarrollo de la Medicina Preventiva, muy pronto tendríamos un beneficio en la reducción de enfermedades previsibles y un ahorro en el enorme gasto en el que incurre cada nación al tratar de mantener saludables a sus ciudadanos", concluyó el Dr. Galindo.
Fuente: Tiempos del Mundo

Lic. Nut. Miguel Leopoldo Alvarado


martes, febrero 21, 2006

Exposición Linus Pauling

Actividades mundiales de la SGI por la paz, 
la educación y la cultura

Exposición Linus Pauling
La exposición itinerante “Linus Pauling y el siglo XX,” que muestra la vida e influencia del dos veces laureado con el Premio Nobel Linus Pauling (1901-94), se inauguró en San Francisco en setiembre de 1998. La exposición cubre la vida del químico y activista de la paz y su influencia en el siglo XX como un pensador científico pionero, dedicado humanista, luchador en contra de las pruebas de armas nucleares, defensor de las libertades civiles, y prominente investigador de la medicina ortomolecular, la nutrición y la salud.

Laureados con el Premio Nobel en la exposición: (de izquierda a derecha) Dr. William Lipscomb, Universidad Harvard, química; Dr. Henry Taube, Universidad Stanford, química; Dr. Martin Perl, Universidad Stanford, física; Dr. Charles Townes, Universidad de California en Berkeley, física; Prof. Herbert L. Abrams, Universidad Stanford, Centro para la Seguridad Internacional y el Control de Armas, paz.    
La exposición incluye fotografías, diarios, modelos moleculares y artefactos históricos prestados por la Universidad del Estado de Oregon de su colección especial Pauling, y por la familia Pauling, coauspiciadores de la exposición con la SGI. Muestra la manera en que la profunda comprensión de Pauling sobre el universo físico fortaleció su convicción personal para asegurar la paz mundial a través del desarme nuclear, y buscó enseñar a los jóvenes cómo los científicos pueden desempeñar un rol en la creación de las condiciones para un mundo seguro y pacífico.
 
La inauguración se realizó en el Herbst International Exhibition Hall. El vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, envió un mensaje de congratulación en el que enfatizó la importancia de celebrar la vida de “un hombre cuya dedicación y contribuciones a la humanidad impactó en la vida de todos nosotros.” Él afirmó que el trabajo de roturación en la ciencia “serviría de inspiración para otros en el próximo siglo.”
 
El doctor Pauling desarrolló una profunda amistad con el presidente de la SGI Ikeda en los años finales de su vida. Ellos condujeron un diálogo que cubre la ciencia, la humanidad, la guerra y la paz, que fue posteriormente publicado como A Lifelong Quest for Peace. La exposición cristalizó a partir de una propuesta que hiciera el señor Ikeda en 1993. Él deseaba transmitir a otros “el elevado ejemplo y extraordinaria vida, llena de lecciones de un valor inexpresablemente profundo para la humanidad y el siglo venidero” del doctor Pauling.

Lic. Nut.Miguel Leopoldo  Alvarado Saldaña

Fundación ProSalud A. C